Agenda porteña

19/08/2019

Masticar cerró con récord de público y ahora debe definir su próxima sede

Siempre se realizó en El Dorrego, de Colegiales. Pero el predio fue vendido por el Gobierno porteño.

Todo fue exceso: las seis horas de espera para el último de la fila, el predio inmenso con capacidad agotada y los grupos de diez (o menos) cocineros por puesto, alimentando en continuado a miles de personas. La despedida de la Feria Masticar del predio El Dorrego, después de ser sede durante 10 años, fue récord. 

Desde el jueves y hasta ayer, 165.000 personas la visitaron, aún en tiempos de crisis y en una semana en la que cualquier valor perdió referencia. Quizás en la decisión de los organizadores de no remarcar precios esté la explicación a convocatoria semejante. Porque, en especial ayer, la feria estalló. 

El caudal de visitantes se sintió primero en el tránsito. Las calles de Colegiales parecían el Microcentro en día de semana o los alrededores de un estadio cuando hay partido o recital. Acá y allá era imposible avanzar. Tanto así que muchos decidían bajar de los autos y completar el camino a pie. Pero en el acceso había otra sorpresa: los 300 metros de fila. Dentro del predio, las cosas no eran distintas. Nada podía hacerse sin una fila: cambiar la plata real por la que se usaba durante la feria (unos billetes de colores que sólo tenían utilidad en Masticar), comprar comida, degustar un vino o conocer las cualidades de un producto del mercado - el corazón de la feria, según los organizadores-. 

Para la mayoría, era como un Disney de atracciones gastronómicas. A donde se mirara, había alguien sosteniendo un plato o bandeja descartable y llevándose a la boca un pedazo de carne, waffle, helado, guiso, empanada o sopa. Entre los fuegos, Lele Cristóbal, dueño del restaurante Café San Juan, no paraba de sorprenderse con la convocatoria. "Hay bocha, bocha, bocha de gente", repetía. 

Como los cientos de cocineros que formaron parte de Masticar, para el año que viene Lele tendrá que hacerse a la idea de otro lugar, con otras características y dimensiones. Porque la edición de ayer fue la última en El Dorrego. Meses atrás el terreno se subastó y vendió. Ahí, en lugar de propuestas gastronómicas, habrá oficinas. 

Y por el momento la nueva sede de la feria es un misterio. La única certeza serán los miles y miles de asistentes que la eligen año a año. 

Fuente: Clarín

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