Agenda porteña

09/01/2020

Podaron un gomero de más de 90 años que daba sombra al canil de la Plaza Lavalle

Según la Ciudad, el corte fue necesario tras el daño sufrido por una tormenta; por su mal estado general, podría morir

Una corriente fluida de personas sale por la escalera mecánica de la estación Tribunales de la línea D del subte y desemboca sobre la Plaza Lavalle. Algunos cruzan la vereda sin siquiera advertirlo, pero la mayoría detiene su mirada en lo que quedó del árbol. Es el esqueleto de un gomero, un tronco ancho hoy sin ramas ni hojas pero que hasta hace pocos días daba sombra al acceso del subte, al canil de la plaza y a parte del camino peatonal que cruza hacia el Teatro Colón.

Noelia Lagostino, de 33 años, que trabaja en una oficina a dos cuadras de ahí, filma el gomero con el celular en alto. "Acá está el pobre árbol", dice a la cámara, mientras camina y lo enfoca desde diferentes ángulos. "Me indigna cómo quedó. Filmé el video para mandárselo a mi cuñada. Siempre veíamos el árbol a la salida del subte. Con él, la plaza era otra cosa", dice.

La poda de este gomero de más de 90 años, emplazado en la intersección de las calles Talcahuano y Viamonte, se hizo el jueves pasado, tres días después de que una tormenta ?la del 30 de diciembre? quebrara una de sus ramas laterales. A pesar de las quejas y comentarios de los vecinos (algunos de ellos denunciaron por Facebook que la poda fue una "mutilación" y organizaron una protesta), el gobierno de la ciudad de Buenos Aires afirma que el recorte del ejemplar fue instruido por especialistas, quienes diagnosticaron que los daños que el árbol sufrió por la tormenta hicieron necesaria esta intervención.

La poda trajo además un inconveniente práctico para la plaza: el canil, antes cubierto de forma completa de sombra, quedó expuesto el sol potente del mediodía. El suelo de este espacio diseñado para animales está cubierto por pequeñas piedras fijadas con cemento, que ahora arden. Los bancos de cemento, en los que solían sentarse los propietarios y paseadores de perros, también se encuentran a merced de las altas temperaturas veraniegas.

"Ya no puedo meter a los perros ahí porque se mueren de calor", dice Azul de los Santos, de 19 años, que trabaja como encargada de un edificio. Desde la poda, ella decide soltar a sus dos animales por la plaza. Lo mismo decidieron hacer Iván Pollini, de 23 años, y Mariela González, de 50. Ellos solían traer a sus perros al canil, pero dicen que ahora es imposible por el calor del piso.

Desde el gobierno también lamentan la poda, pero afirman que fue realizada por razones de seguridad. "Claramente lo que sucedió es lamentable, es una pérdida irreparable", dice una fuente de la Secretaría de Atención y Gestión Ciudadana porteña, aunque insiste en que al árbol se le practicó una "poda de seguridad", necesaria después de que la tormenta rompiera una rama de gran porte.

Desde la Secretaría de Atención y Gestión Ciudadana explican que cuando un árbol tiene un deterioro interno y presenta inestabilidad, deben tomarse las medidas correspondientes: en este caso, una poda profunda para garantizar la seguridad de las personas.

A pesar de que esperan que el gomero logre sobrevivir, desde el gobierno porteño sostienen que hay posibilidades de que su pudrición interna termine por matarlo. Es por eso que los especialistas gestionaron un estudio por imágenes de la madera, que se hará en los próximos días. Este examen determinaría su nivel de deterioro. En caso de que el árbol no logre prosperar, prometen que van a plantar uno nuevo.

En diciembre de 2013, un árbol icónico vivió una situación similar: el histórico ombú de la Plaza Roma. El árbol había sufrido graves daños durante una tormenta y, al día siguiente, fue podado de manera profunda. Esta medida del gobierno de la ciudad fue repudiada por el Observatorio de Políticas Urbanas y Patrimoniales, una ONG especialista en el tema, que consideró la poda como una ?tala feroz?. También hubo denuncias de los vecinos.

Sin embargo, un año después, las primeras ramas con hojas comenzaron a asomarse sobre el tronco desnudo del ombú, generando gran alegría y esperanza en los vecinos. Hoy, si bien su copa no es la misma y la sombra del ombú todavía es pequeña, algunos residentes y trabajadores de la zona ya reposan y almuerzan bajo su follaje.

Fuente: La Nación

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