Tras 17 años y un gasto de US$420 millones, dan de baja el soterramiento del Sarmiento
Pese a las promesas, los actos, las fotos y los centenares de millones de dólares que quedarán por siempre bajo tierra, los usuarios del tren no tuvieron ninguna mejora en su forma de viajar. Y no la tendrán, al menos por ahora.
En 2008, Cristina Kirchner adjudicó una de las obras más icónicas de su gestión. Se trataba de un proyecto de cavar un túnel desde Caballito hasta Moreno que iba a estar terminado en 36 meses. La tuneladora recién llegó en 2011 y solo giró dos años, desde 2016 hasta 2018.
Después de siete años de parálisis, el Gobierno y las constructoras se pusieron de acuerdo para cerrar definitivamente la obra y rescindir el contrato. Quedarán enterrados para siempre 7 kilómetros de túnel, una máquina de 125 metros y US$420 millones que se pagaron en estos años.
Cristina Fernández de Kirchner terminaba de asumir. Llevaba 44 días en el poder y ese 23 de enero de 2008 llegó exultante a la Casa Rosada. Era el momento de los aplausos fáciles para cualquier anuncio que entregue una obra pública. No era para menos; con los años se supo que el anticipo se devolvía en concepto de coima.
Ese día, el asunto fue dar a conocer la adjudicación del soterramiento del Sarmiento, la obra ferroviaria más ambiciosa que tuvo la Argentina moderna, solo superada por la alucinación del tren de alta velocidad entre Buenos Aires, Rosario y Córdoba, que también ocupaba la agenda de entonces.
"Es una obra que podemos calificar como del Bicentenario, no solo por la magnitud, sino por la modificación que importa en la trama urbana", dijo la Presidenta.
La aplaudieron a rabiar. Eran 32,6 kilómetros de túnel por debajo de la traza del tren Sarmiento y la remodelación subterránea del total de las estaciones que unen Caballito con Moreno.
El proyecto, que demandaba 36 meses de construcción desde la firma del financiamiento, se iba a realizar en tres etapas: la primera desde la cabecera de Caballito hasta Ciudadela (9200 metros); la segunda hasta Castelar (9400 metros), y la tercera hasta su final en la Estación Moreno (14.100 metros). Solo el primer tramo tenía un costo de US$1000 millones.
A 17 años de aquel anuncio, salvo una excepción, todo ha cambiado. Cristina Kirchner está presa y Marcelo Odebrecht, el dueño de la constructora que fue la líder del proyecto, estuvo tras las rejas dos años después del escándalo con su constructora. Iecsa ya no existe más. Ángelo Calcaterra la vendió y espera como procesado y arrepentido el inicio del caso Cuadernos.
¿Cuál es la excepción? La traza del Sarmiento. Pese a las promesas, los actos, las fotos y los centenares de millones de dólares que quedarán por siempre bajo tierra, los usuarios del tren no tuvieron ninguna mejora en su forma de viajar. Y no la tendrán, al menos por ahora.
Casi dos décadas después de haber sido adjudicado y tras seis años de paralización absoluta, el Gobierno y las dos empresas que tienen la obra (Sacde, continuadora de Iecsa, y Ghella) se pusieron de acuerdo para cerrar definitivamente la obra y dar de baja para siempre el proyecto de tener un tren enterrado desde Caballito hasta Moreno. Y cuando se dice cerrar, de eso exactamente se trata: construir dos murallas en los extremos, para impedir el ingreso, y asumir que la Argentina no puede ni podrá, al menos por muchos años, financiar semejante proyecto.
Bajo tierra también quedarán US$420 millones, qué resulta de sumar las certificaciones de obras que se pagaron. Una verdadera fortuna enterrada.
Quedará así ?como monumento subterráneo a la desidia, a la falta de planificación, a la alucinación política, a la ambición de ser un país que no se puede pagar? un túnel de 7239 metros que empezó en Haedo, llegó a Villa Luro y ahí quedó para siempre, a 6000 metros del final de la primera etapa. En ese lugar quedará, además, enterrada la tuneladora Argentina, un verdadero gusano mecánico de 125 metros de longitud y centenares de toneladas de hierro que no es posible rescatar.
La descomunal máquina que yacerá en el subsuelo porteño para la eternidad solo giró un tiempo demasiado corto. En 2016, la tuneladora, una cabeza de acero y dientes de 12 metros de diámetro que gira durante las 24 horas, empezó a dar vueltas sobre su eje. Perforó el primer metro en Haedo y siguió constante hasta Villa Luro, ya dentro de los límites porteños. Después de 7239 metros se detuvo, a 6000 del final. Ese tramo se construyó en el único momento en que la máquina se movió, pese a que se adjudicó hace 15 años. No hubo más dinero y, desde entonces, la disyuntiva fue definitiva: continuar o abandonar y tapar el túnel.
Un dato: el topo mecánico jamás giró durante ninguno de los tres gobiernos kirchneristas que convivieron con la obra. Pese a que la expresidenta firmó lo contratos en 2008, la máquina que nombraron Argentina llegó al país en septiembre de 2011 y fue puesta en la famosa trinchera en julio de 2012.
La administración de Javier Milei decidió terminar con la ficción y romper la burbuja de la obra ferroviaria más polémica que inició el país. Sincerar una situación que jamás corrió sobre rieles.
El cierre volverá a poner la traza del ferrocarril Sarmiento sobre la mesa y, seguramente, la Ciudad los municipios bonaerenses avanzarán con otro tipo de obra, menos ambiciosa, más barata pero realizable.
Debajo quedará para siempre una joya de la ingeniería de 125 metros de largo, que corona un túnel de 7 kilómetros. También, miles de millones de pesos enterrados para siempre a 20 metros de profundidad en una obra que se anunció en 2008 y debía terminarse en 36 meses.
Será un altar que debiera abrirse al público para que quienes lo visiten entiendan lo que es el engaño, la mentira y la ambición desmesurada.
Y recorran un monumento a la desidia política, un engaño a la ilusión de usuarios, vecinos y crédulos, testigos de cómo se tiraron a la basura una enorme cantidad de recursos.
Fuente: La Nación