Vélez le regaló una alegría enorme a su gente con otro título de campeón
Fue finalista en la Copa de la Liga y en la Copa Argentina. En un Amalfitani colmado, jugó un partidazo, se tomó revancha y premió a varias generaciones de hinchas con la vuelta olímpica.
Ya está. Vélez es el campeón del fútbol argentino. Se terminó la angustia de cinco días para el olvido.
El desahogo, la alegría, la emoción, la fiesta es tan grande como el temor que se adueñó de la gente desde el mismo momento en que perdió la final con Central Córdoba el miércoles en Santa Fe. Pero no, ahora la euforia es mucho mayor.
Porque se quedó con el trofeo máximo del año, el que todos querían ganar pero se quedó en Liniers: el Torneo de la Liga Profesional de Fútbol 2024.
Más allá de los temores, los fhinchas no dejaron un hueco en el José Amalfitani. Agotaron todo, las entradas de canje para las plateas.
Las populares se colmaron de socios.
Igual las plateas Norte y Sur, bajas y altas. Por primera vez no se vendió ni una entrada. Hubo hinchas hasta en los pasillos.
No es un año cualquiera para el mundo Vélez. El eslogan desde enero es "30 años de Gloria", recordando la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental logradas en 1994.
Hubo celebraciones con los campeones el 1 de diciembre, Vélez le ganó 1-0 a Sarmiento y el torneo quedó al alcance de la mano.
La inyección anímica no alcanzó.
Por eso, este domingo la gente redobló la apuesta. Antes del partido, la voz del estadio pidió un aplauso para los jugadores que estaban haciendo los ejercicios precompetitivos..
Después, habló José Luis Chilavert, el arquero líder del equipo multicampeón de Bianchi, y arengó a los hinchas con toda su impronta. Y también Maximi Maximiliano Moralez, autor del gol triunfo en la definición del 2009, tan polémico todavía para la gente del Globo. Por eso la alegría también fue doble en el Amalfitani colmado.
Es un triunfo y este título no tiene manchas. No habrá lamentos rivales. Se lo quedó el mejor equipo del torneo y del año.
Los jugadores sabían que podían quedar en la historia del club y del fútbol argentino para siempre. Entonces, hubo un detalle que no pasó inadvertido antes del inicio. Los once titulares se pusieron en círculo, abrazados, durante un minuto.
Alguién habló, alguien arengó, sellaron un pacto. Se prometieron el título. Para ellos, para la gente.
Ahora, mientras los jugadores esperan la entrega de las medallas, mientras retumban los fuegos artificiales, mientras los hinchas siguen cantando, se abrazan los padres y las madres con sus hijos y sus hijas, los hermanos, los amigos de toda la vida con V de Vélez, todo lo malo quedó en el recuerdo.
Ese 2023 fatídico, luchando por no perder la categoría.
También el arranque malísimo de 2024. El 0-5 con River. "Me dio vergüenza", dijo el técnico Gustavo Quinteros. A todos los hinchas de Vélez también y temían un año peor que el anterior. Y después, el escándalo en Tucumán, los cuatro jugadores acusados de abuso sexual.
El barco se hundía. El entrenador logró enderezar el rumbo. Y llegaron los alegrías, la clasificación a la final de la Copa de la Liga, perdida con Estudiantes por penales, con esa sanción de haber sido el mejor de los dos.
La ilusión se renovó en la Liga tras la Copa América y una racha de victorias que lo llevó a lo más alto.
Y otra vez las penurias, los empates, la falta de gol, los rumores de quiebre interno y la pelea en la platea de la cancha de Unión entre familiares, allegados y jugadores con algunos hinchas. Ahora que el equipo está dando la vuelta olímpica en el Amalfitani, la 17a. de su historia, todo quedó atrás.
Adelante está la gloria. Está el primero en ser un gran club. Está don Pepe, aquel dirigente ejemplar, el que se hizo cargo del club allá por 1940, en el único descenso de la historia, aquel que dijo que "el cemento es mudo pero elocuente", y que "cada chico ganado a la calle era como un título". Adelante está Raúl Gámez, el dirigente que apostó a dar el gran salto en los 90 y que ahora, con 80 años cuestas, festeja como un hincha más y recibe el respeto y el afecto de todos.
Adelante están los viejos hinchas de Vélez, los que esperaron años y años por un título nuevo después del Nacional 68. Los de la generación intermedia, que ya peinan canas también, que disfrutaron los 90 como pocos, los títulos locales e internacionales, y los más jóvenes, que se acostumbraron a las mieles del triunfo en la era Gareca y esta década sin títulos parecía una eternidad. Y ahora les llegó el turno a los más chicos, adolescentes, que llevan el escudo de Vélez no sólo en la camiseta sino tatuado en la piel, bien cerca del corazón. Todas las generaciones reunidas en un nuevo título. Multiplicados como los panes y los peces antes del año cero, a escasos nueve días de una nueva Navidad.
"Gracias por hacerme de Vélez" recibe el amigo en un mensajito de WhatsApp y se replica en miles de celulares. Gracias le dice la hija al padre, el hijo a la madre, y cada familiar que heredó la tradición. Así miles de historia que hay no sólo ya en Villa Luro, donde empezó todo, en Liniers, en Versalles y en todo el Oeste y más allá también.
La marea azul creció en los noventa y hoy festejan en todos los rincones del país. Y cantan una vez más y bien fuerte: "Dale campeón, dale campeón".
Fuente: Clarín