En medio de la crisis, hubo seis cuadras de fila en el Santuario de San Cayetano
Miles de fieles llegaron a Liniers para pedirle y agradecerle al patrono del pan y del trabajo.
En medio de una crisis económica marcada por la inflación y una suba irrefrenable del dólar, la gente busca un escape de la realidad. Como cada 7 de agosto, ayer los creyentes volvieron a concentrarse en el Santuario de San Cayetano para pedir, agradecer y aferrarse a la fe.
La imagen del santo está en las manos de los fieles que hacen fila para tocarlo adentro de su iglesia, en Cuzco 150, Liniers. Son cerca de seis cuadras de largo, y si bien no se iguala a los tiempos donde pasaba las 20 cuadras, para el Santuario se rompió con siete años de baja concurrencia.
"La concurrencia de San Cayetano siempre fue más de los pobres, de los sencillos, de los que están en el cinturón del Gran Buenos Aires. Y la presencia de hoy es masiva", remarcaban fuentes internas del Santuario.
Los rostros que están de pie llevan horas esperando a que les toque a ellos pedirle y agradecerle al "Patrono del pan y del trabajo". Llevan a San Cayetano en las estampas que besan, en las banderas que cuelgan, en los ramos de espigas que compran para él. Algunos, los que pueden, compran los ramos que se ofrecen en las esquinas, y que cuestan $ 200 o $ 250.
El domingo a la medianoche -en plena vigilia- el Santuario se abrió para todos los creyentes, pero fue en la mañana de ayer que la fila creció. Una de las tantas que ha aguardado desde hasta la tarde es Sonia, una señora ya jubilada que vive en San Martín.
"Hace 50 años que vengo. Soy creyente. No me importa vivir lejos, vengo porque fue San Cayetano el que me dio trabajo cuando no tenía nada para comer, cuando me estaba quedando en la calle", comenta la señora, con la figura del santo en su mano.
Sonia dice que alquila y que para ella es cada vez más difícil llegar a fin de mes, pero que San Cayetano nunca la desprotegió. "Acá me dieron pan, me dieron mate cocido, cómo voy a negarme, agradezco todo lo que me den", añade. Es cierto: muchos voluntarios de colegios privados como el Instituto Mater Dolorosa, de Villa Devoto, ofrecen comida y bebida caliente para los fieles.
Entre los creyentes, llama la atención la emoción y las lágrimas de un hombre llamado Mario. Lleva con él un rosario y dos imágenes que no suelta en ningún momento: una de la Virgen de Luján y otra de San Cayetano. Él y su mujer, Fabiana, vienen desde hace 20 años desde Ituzaingó : "Venimos a agradecer porque la pasamos mal económicamente. Después tuvimos problemas de salud, nuestro hijo tuvo un accidente y casi muere, pero pudimos salir adelante.
Así que venimos a pedir por nuestros hijos, por la familia, por todo".
Johanna es madre de siete hijos, y pudo traer a cinco de ellos desde Quilmes por una promesa que le hizo a San Cayetano. "Hay una iglesia que es de San Cayetano cerca de donde vivo, entonces todos los siete voy ahí. Pero el año pasado le prometí que iba a venir acá. Queríamos comprar un autito con nuestros ahorros. Ya teníamos uno antes, pero nos lo quemaron y tuvimos que empezar de nuevo", cuenta la mujer. Ella y su familia concretaron el sueño y vinieron todos juntos en el nuevo auto.
Rosana tiene 41 años y desde hace 30 que viene desde Ciudadela. Cuenta que lo que la trae hasta acá es su fe.
"Conocí a San Cayetano cuando tomé la Comunión, desde ahí no dejé de seguirlo. No me importa el tiempo que pueda perder hasta entrar, este día para mí es todo. Muchas veces reparto el pan que hago entre la gente que viene y lo necesita", concluye.
Fuente: Clarín