Un año sin Loan. Una familia fracturada por el dolor y las manipulaciones
Los padres del niño desaparecido el 13 de junio de 2024 se quejan de que "hubo mucha gente que se quiso aprovechar de esta situación, como abogados, políticos y periodistas". El chico cumplió seis años el pasado 9 de mayo
María Noguera está fuera de su casa, en lo que en una ciudad cualquiera podría ser la vereda, pero en la correntina Nueve de Julio no existe ese límite entre la calle y la calzada. Solo hay pasto y tierra húmeda por las últimas lluvias. Los autos no pasan porque el pueblo termina allí, en un alambrado. María mira hacia dentro, donde debajo de un alero que sale del techo de su vivienda hay una mesa de madera que está vacía, sin sillas alrededor, y confiesa que desde que Loan desapareció ella no puede alejarse de su casa.
Debajo de un árbol de guapurú, o uva paraguaya, como se lo conoce en la zona, esta mujer de 47 años, que hoy se muestra con un temple menos frágil que hace unos meses, admite que ella tiene que estar siempre en su casa por si Loan aparece, vuelve, y se reencuentran. María está vestida con un suéter rosa, un jean gastado y zapatillas. Lleva un rosario en el cuello que acaricia a cada momento, como si fuera un refugio. No hay superstición en su anhelo, sino una esperanza genui- na. Se nota en su mirada que queda fija, clavada en la mesa que ahora está vacía, en ese lugar donde Loan tomaba el mate cocido.
Persisten varios misterios que la investigación aún no develó y que es la matriz de esta historia desgarradora: para qué y por qué se lo llevaron a Loan. Y, sobre todo, dónde está el niño que el 9 de mayo pasado cumplió seis años. La causa solo logró configurar un pequeño capítulo de una trama oscura que tiene como víctima a un chico del que desde hace un año no se sabe nada más.
"No puedo salir; es algo más fuerte que yo, porque pienso todo el tiempo en ese momento, cuando lo vuelva a ver. Y, como ahora, son como chispazos, creo que está jugando a la pelota", dice María con una voz suave, tímida, y se sonroja, porque después de tanto tiempo, un año, puede soltar esas palabras que anidan ese dolor profundo y maldito.
La casa, como siempre, está limpia, ni siquiera con las hojas que caen de manera permanente en el otoño. En la pequeña cocina María empezó a preparar la cena. Un guiso con verduras y un poco de carne. La situación económica de la familia no es buena, admite. Sus hijos compraron una moto, que guardan debajo del alero. Ella jamás se mueve de su casa, donde comenzó a hacer algunas tareas, como cuidar el jardín, donde hay árboles frutales, de mango y naranjas, y una variedad colorida de planta que con las últimas lluvias están exuberantes. También cuida de sus nietos y sus siete hijos. Mariano y José, los mayores, son los que están siempre en la casa. Ellos se turnan para llevar a su padre en la moto a El Algarrobal, el campo de su abuela Catalina. Es el lugar donde desapareció Loan el 13 de junio de 2024.
En su temple fracturado por el dolor, también hay bronca, a pesar de que la voz apaciguada de María no la haga vibrar. "Hubo mucha gente que se quiso aprovechar de esta situación. Abogados, políticos, periodistas", entre otros. En ese lote selectivo también incluye a familiares, como Laudelina Peña, que está presa en la Unidad Penitenciaria N° 7 de Resistencia, Chaco. Esta mujer, la hermana de José, que está entre los imputados que serán juzgados por la sustracción de Loan, fue quien plantó el botín del niño, que fue encontrado cerca de la casa de la abuela, donde desapareció. También mintió en sus declaraciones para encubrir qué pasó ese 13 de junio en El Algarrobal.
"Ella mintió. Nos engañó a todos. Yo me pregunto desde hace bastante tiempo: ¿por qué no habla, no confiesa? Y ahí es cuando pienso que hay intereses mucho más fuertes", ensaya María, a su lado, José, en silencio, hace una mueca con su cara y pasa su mano con el dedo índice por el cuello. Es extraña la conversación, donde los silencios son más llenos que las palabras, y las expresiones de las caras de José y María aportan insinuaciones y conjeturas. Frente a la pregunta si ella o su esposo tienen miedo tras la elevación a juicio de la causa, la madre de Loan dijo: "No por nosotros". Y otra vez el silencio regresa.
A unos metros, su hijo José, vestido con ropa deportiva, botines, pantalones cortos y una remera, hace de profe de fútbol con los chicos de la cuadra, que a diferencia de las ciudades convencionales, tiene otra extensión. Un arco de madera, delante del alambrado, marca el final de la calle y del pueblo. Durante más de diez meses allí estuvo estacionado un patrullero. La familia no tiene más esa protección.
María mira a su nieto que está entreverado con los otros chicos y sonríe con tristeza, con esa melancolía que quizá nunca la abandone.
En el cerco de alambre que está a la entrada de la casa están colgados carteles y banderas que reclaman la aparición de Loan. La angustia de María a veces no la deja hablar. Su marido no rellena ese hueco en la conversación, que persiste y genera incomodidad durante varios segundos.
José, el padre de Loan, es más duro, seco, o al menos es lo que muestra, un hombre nacido y criado en ese pequeño pueblo que jamás imaginó estar en el centro de las miradas, envuelto en micrófonos, como ocurrió cuando desapareció Loan. Con pocas palabras, que a veces no parecen tener contacto entre sí, entabla diálogos telegráficos. Admite que, de golpe, por una tragedia como es la desaparición de su hijo, se vio teniendo que dar explicaciones, teorías del caso, envuelto en operaciones políticas y la avalancha de los medios, muchas veces impiadosos y descarnados. "Yo nunca estaré preparado para esto. Yo solo tengo tristeza y dolor", señala. "Estamos cansados de que nos usen", agrega.
Pasaron varios abogados en el rol de representantes de la familia en la querella, como Fernando Burlando, Roberto Méndez y el último Juan Pablo Gallego. Ahora, al frente de la querella están Gustavo Sánchez y María Belén Russo Cornara, del estudio jurídico porteño encabezado por Alejandro Vecchi, quien representó a la familia de José Luis Cabezas, el reportero gráfico asesinado en Pinamar en 1997.
En el entorno de la familia Peña mastican recriminaciones contra Gallego, el último letrado que estuvo en la causa. Hay un punto que los irritó, que fue cuando en enero pasado el penalista dijo que "tenía reconstruido el 98 por ciento del caso".
"No hizo absolutamente nada. Y lo que hizo, por lo que nos dice gente especializada, lo hizo mal", bramó José Peña. Solo le convenía hablar por los medios para hacerse publicidad, comentan en la casa.
En el pueblo persisten los carteles con el rostro de Loan, pero quedan pocos. La gente de Nueve de Julio absorbió el miedo que irradió la desaparición de Loan, y las cosas oscuras que sospechan que hay detrás. Vanina Sánchez, de 25 años, admite que "la gente se quedó preocupada". Pocos quieren hablar. Pablo, un jornalero de frutilla, considera que "quedó cierta paranoia en los chicos". "Antes había muchos dando vuelta y ahora ves pocos", asegura. Al mediodía, después de la salida del colegio, el pueblo queda desierto.
Fuente: La Nación