Internacional

21/10/2022

Renunció Liz Truss, la premier británica acorralada por una devastadora crisis económica

Duró 6 semanas. Seguirá a cargo hasta que el Partido Conservador elija a su sucesor. Un drástico recorte impositivo y fallas de conducción la dejaron sin apoyo político.

Se acabó. La primera ministra británica Liz Truss renunció ayer y lo anunció en menos de cuatro minutos en un discurso frente a Downing Street, la casa de gobierno británica. Solo duró seis semanas en el cargo y sumergió a Gran Bretaña en una crisis sin igual. Permanecerá en el puesto hasta que un nuevo premier conservador sea elegido ?la semana próxima? y ya lo ha informado al rey Carlos III. 
En un muy breve discurso frente a Downing Street, la premier presentó su renuncia porque no pudo cumplir con el mandato por el que la eligieron. 
"Asumí el cargo en un momento de gran inestabilidad económica e internacional", dijo. "Las familias y las empresas estaban preocupadas por cómo pagar sus cuentas. Fui elegida con el mandato de cambiar esto", siguió. 
Y "cumplimos con las facturas de energía", sostuvo. Agregó que habrá una elección de liderazgo "que se completará la próxima semana". 
Con un vestido azul, un rictus en la cara, presentó públicamente su renuncia frente a la prensa, luego de que su posición se volviera simplemente imposible. Su tiempo en el cargo ha estado dominado por el caos del mercado, provocado por el mini-presupuesto que anunció el excanciller Kwasi Kwarteng el mes pasado. 
A pesar de despedir a Kwarteng la última semana y revertir casi todos los recortes de impuestos no financiados que se habían propuesto, la posición de la primer ministra siguió estando bajo presión. 
Truss estuvo desde la mañana de ayer jueves al borde del abismo. Fue convocada por el Comité en 1922, la máxima autoridad del partido. Luego apareció el presidente de los conservadores. 
Llegó el final para la abrumada primera ministra. Apenas 46 días en el cargo. Todo el país frenado porque la crisis política continúa. Ella podía renunciar, permitir una elección de un candidato de consenso la semana que viene en el partido conservador o que haya un voto de confianza, que la derrocaba. 
Frente a este escenario de la renuncia hay dos opciones: o los conservadores consiguen "un candidato común", que puede ser el ex Chancellor Rishi Sunak o el secretario de Defensa Ben Wallace o Jeremy Hunt, el actual Chancellor. O en su defecto hay elecciones generales, algo que exige el laborismo. 
En ese caso, créase o no, podría ser el ex primer ministro Boris Johnson el candidato conservador porque los Tories no tienen otro para enfrentar una campaña que el laborismo puede ganar ampliamente, como Tony Blair en 1997. Boris es muy popular en las bases militantes, que no fueron los que votaron a Lis Truss en la campaña por el liderazgo, y el 66% de ellos querían que Truss se fuera ya. 
Hora a hora, la crisis era mayor y más desopilante. Catorce diputados pidieron el jueves que la ahora ex primera ministra se fuera inmediatamente después de las caóticas y vergonzantes escenas en la Cámara de los Comunes, cuando los Whips (encargados de mantener el voto partidario) forzaban físicamente y a los empujones a los legisladores conservadores a votar a favor de la ley de explotación de gas por fracking. 
"Un caos absoluto, total, abyecto", como describió el periodista británico Tom Bradby en la apertura del noticiero más importante del reino. 
El laborista Chris Bryant denunció el bullying y maltrato de los whips a sus pares conservadores en la noche del miércoles para que votaran a favor de la ley del gobierno sobre fracking. Al menos 14 Tories se negaron a votar. El Comité 1922 recibió más de 100 cartas para que echaran a Liz Truss. No solo de 84 legisladores sino de ex primeros ministros, ex Chancellor y ministros. 
El Parlamento de Westminster, templo de la democracia y de las más antiguas tradiciones británicas , fue escenario de escenas absolutamente asombrosas en la noche del miércoles. 
Los ministros conservadores, incluidos Jacob Rees-Mogg y Therese Coffey, insultaron y empujaron violentamente a los parlamentarios conservadores a votar lo que el gobierno les ordenaba votar. Se votó una enmienda de la oposición laborista, que pedía la prohibición absoluta de la explotación de gas de fracking , mientras que el gobierno de Liz Truss se había manifestado a autorizarla. Muchos parlamentarios conservadores habían dicho que tenían la intención de votar a favor de esta enmienda, mientras que en algunos de sus distritos electorales, la oposición a cualquier intento de fractura hidráulica es fuerte. 
Pero el gobierno no lo entendió así y amenazó a los parlamentarios conservadores con represalias. En la Cámara de los Comunes, en el momento de la votación, los diputados se separan físicamente en dos lobbies, según voten "aye" (sí) o "no". Fue al entrar en estos pasillos que se produjeron los empujones y agresiones. 
El jefe de los whip y su adjunto, encargado de la disciplina electoral dentro del partido, fueron vistos saliendo del local enfurecidos, uno de ellos gritando: "Ya no me importa un carajo, renuncio". Liz Truss había perdido completamente el control del partido. 
La ministra del Interior, Suella Braverman, anunció su salida del gobierno luego de haber enviado, "de buena fe", en un "desafortunado error", información clasificada desde su teléfono móvil personal. Pero la ministra habría sido expulsada tras una monumental discusión en la víspera con Truss, "gritando" durante más de noventa minutos, según el Daily Mail, en torno a la elección de la política migratoria del país. 
En medio de todo esto, se despidió a un asesor especial del número 10 de Downing Street y se ha abierto una investigación sobre su comportamiento, pero, llegado al punto de no retorno al que parece haber llegado, es solo un detalle.  

Fuente: Clarín

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