Justicia

22/04/2025

40 años del Juicio a las Juntas: el día que los fantasmas se sentaron en el banquillo: Crónica de un juicio que desató primaveras

En un tribunal donde los testigos eran fantasmas con DNI, el país escuchó cómo se diseccionaba su locura colectiva: generales que creían ser dioses, esbirros que confundían picana eléctrica con patriotismo. 282 veces la misma pregunta: "¿Cómo se juzga a un monstruo?" La respuesta solo tenía dos palabras: Nunca Más.

En algún lugar entre el sueño y la vigilia, entre el humo de los cafés de Buenos Aires y las sombras largas de los años de plomo, late todavía el eco de 1985. Cuarenta años no son nada, dicen, pero en este país de tangos y silencios rotos, el tiempo se pliega como un mapa desgarrado. Hoy, el Juicio a las Juntas vuelve a caminar por las calles, con su carga de valentía y espinas, mientras Raúl Alfonsín y Julio Strassera ?dos nombres que suenan a viento sur? observan desde algún rincón de la memoria, entre papeles judiciales y amenazas que ya no pueden morder.

 

Qué fue el Juicio a las Juntas? - Chequeado

 

Los fantasmas y los valientes
Alfonsín, ese hombre delgado con traje de político honesto, decidió jugársela en una partida donde las cartas estaban marcadas. Lo suyo no fue un gesto, sino un puñetazo al aire denso de la posdictadura. "Vamos a juzgarlos", dijo, mientras los cuarteles murmuraban y algún general retirado afilaba metáforas de guerra. Strassera, por su parte, cargaba maletines llenos de horror: 709 casos que olían a sangre seca y noches sin luna. En su escritorio, las fotos de desaparecidos se mezclaban con citaciones a verdugos que aún creían invencibles.

 

Heridas abiertas, memoria viva
Para miles de argentinos, el juicio fue la primera vez que el Estado reconoció su dolor. "Mis padres desaparecieron en 1977. Escuchar a otros sobrevivientes decir lo que vivimos fue como romper una maldición", relata Ana López (66), hija de militantes de Montoneros. Las imágenes de los sobrevivientes mostrando cicatrices o identificando verdugos en el tribunal aún estremecen. Testimonios como el de Adriana Calvo, quien describió cómo dio a luz esposada en un centro clandestino, quedaron grabados en la memoria nacional.

 

La Cámara Federal se convirtió en un teatro absurdo. Jueces de mirada cansada escucharon 282 testimonios que atravesaron paredes: madres que parían entre grillos, hijos convertidos en humo, militares que confundían patria con un sótano lleno de gritos. "Eran tipos que firmaban sentencias de muerte después de almorzar empanadas", diría después Strassera, con esa ironía de quien ha visto demasiado.

 

 

Ernesto Sábato quien encabezó la

 

El juicio: la partida de ajedrez donde los peones derrotaron a los reyes
Cortázar hubiera escrito que el juicio fue una rayuela dibujada con tiza roja: saltos hacia atrás para avanzar, casilleros que llevaban al infierno y de vuelta. Soriano, en cambio, lo contaría como un partido de fútbol en el barro, donde los jugadores apaleados seguían corriendo pese a las botas con sangre.

Hubo noches en que Strassera salía del tribunal escoltado, mientras Alfonsín revisaba discursos bajo una lámpara que proyectaba sombras de dudas. Afuera, el país respiraba entre golpes de tos: algunos querían olvidar, otros temblaban de rabia. Pero en las audiencias, los testigos desplegaban sus heridas como mapas de un territorio prohibido. Adriana Calvo, esposada al parir; Víctor Basterra, fotografiando a sus captores entre sonrisas torcidas; madres que nombraban a sus hijos como quien desentierra raíces.

 

Cuarenta años después, el juicio sigue siendo un espejo incómodo. Organizaciones como Abuelas de Plaza de Mayo y el CELS destacan su vigencia: "Fue la semilla de los juicios por delitos de lesa humanidad que hoy continúan", subraya Verónica Torras, directora de Memoria Abierta. Sin embargo, advierten sobre los riesgos del negacionismo y la impunidad secundaria en discursos políticos recientes.

 

Las palabras que no se pudren
"Nunca más", rugió Strassera al final, y la frase se instaló en los huesos del país. No fue un eslogan, sino un conjuro. Cuarenta años después, esas palabras siguen vivas, como esos versos de Gardel que vuelven en cada fracaso.

 

?Mis colegas periodistas de los grandes diarios podrían tomarse el trabajo que yo me tomé, en vez de copiar lo que les dicta el teniente coronel fusilador?. 
(Rodolfo Walsh - Introducción de la primera edición de Operación Masacre, marzo 1957)

 

Hoy, en las conmemoraciones, hay algo de rayuela otra vez: jóvenes saltan sobre las baldosas de la exESMA, abuelos señalan fotos con dedos temblorosos, y alguien toca un bandoneón frente a los tribunales. En un rincón, un niño pregunta: "Abuela, ¿por qué llorás?". Ella responde con un nombre, una fecha, un lugar que ya no está en los mapas.

 

"La memoria abre las heridas para sanarlas, no para olvidar", Juan Gelman

 

Epílogo: El tiempo y las grietas
La dictadura quiso robar el reloj de la historia, pero el Juicio a las Juntas lo rescató con sus manecillas torcidas. Hoy, cuando algunos intentan vender amnesia barata, los 30.000 desaparecidos se cuelan por las grietas, como luz entre las persianas de un país que insiste en recordar.

 

?He asistido a una de las cosas más horrendas de mi vida. Siento que he salido del in?erno?, Jorge Luís Borges

 

El veredicto, leído el 9 de diciembre, condenó a prisión perpetua a Jorge Videla y Emilio Massera, entre otros, mientras absolvió a algunos acusados. Pero más allá de las sentencias, el juicio logró  convertir el dolor en prueba, y el miedo en verdad.

Alfonsín y Strassera ya no están, pero en algún café de Corrientes y Libertad, entre humo y murmullos, dos viejos juran haberlos visto: caminando rápido, con carpetas bajo el brazo, perseguidos por un viento que huele a primavera y a juicio.

Fuente: Ejes de Comunicación

Corrientes
Municipalidad Lomas de Zamora
Municipalidad de Ushuahia
Noticias relacionadas
Acceso a clientes

Ingresá con el usuario y clave para acceder.

¿Te interesan nuestros servicios?

Contactanos