Luis Miguel demostró por qué es el mejor cantante latino del mundo
Carisma, afinación y trayectoria marcan al cantante que eligió el país para para cerrar su exitosa gira mundial. El show del martes en Buenos Aires.
El Luis Miguel Tour 2023/2024 tuvo la primera fecha de cierre el martes en el Campo de Polo de la Ciudad de Buenos Aires (anoche se realizaba la segunda y última fecha) en una gira descomunal que comenzó con diez shows en el Movistar Arena de esta misma ciudad en agosto del año pasado y lo llevó a realizar 190 shows absolutamente sold-out en todo el continente americano y España.
Más de tres millones de personas en total asistieron a este regreso relampagueante y certero de Luis Miguel, que a sus 54 años se mantiene como el máximo representante de la canción melódica en todo el planeta. Pero no se trata solamente de cifras. De lo que hablamos aquí es de una permanencia de más de cuatro décadas en el top de la música romántica, en una trayectoria que ninguno de sus colegas ha podido igualar.
A las 21.25 aparece su ya clásica figura vestida impecablemente con el traje y la corbata negros y la camisa blanca con gemelos que le son tan distintivos. Y durante algo menos de dos horas será un vendaval desatado, absolutamente focalizado en el show, dando indicaciones imperceptibles a su propia banda, acompañando con gestos corporales la mayoría de los arreglos instrumentales, arengando a su público (que no necesita de mucho para incendiarse) y paseando su sonrisa omnipresente por los cuarenta metros de boca de un escenario convertido en celebración.
Sin duda alguna es el suyo uno de los mejores shows de pop latino que puedan verse hoy en el mundo entero. La banda que lo sustenta (una verdadera big band latina, una cruza entre Fania All Stars y el mejor Glenn Miller) es una fuerza arrolladora que empuja los límites de la presión sonora hacia el espacio.
Cinco vientos (dos trombones, dos trompetas y un saxo) más un trío de coreutas, dos teclados, bajo, batería y percusión comandados por la guitarra histórica de Kiko Cibrián.
Desde el vamos empieza la fiesta a todo dar. El comienzo es con Será que no me amas, el cover en castellano de Blame it on the Boogie. A partir de ese momento, van a sucederse una seguidilla de hits nivel monstruo.
Suave, Hasta que me olvides, Amor amor amor, Culpable o no.
Micky navega en aguas conocidas y puede manejar este barco hasta con los ojos cerrados. Confía absolutamente en su entorno musical y hasta deja cierto lugar para que sus músicos puedan lucirse. En lo que dure el show va a darle a su gente lo que su gente vino a buscar.
No retacea, no se guarda nada. El mismo registro vocal potente (con el micrófono siempre a cinco dedos de los labios y una afinación envidiable) va surcando olas con el pulso firme.
Una marea femenina anhelante de fantasías eróticas acompaña cada canción cantando los estribillos, cual si fuese un inmenso coro de sirenas suplicándole a Ulises que por favor se quede con ellas, que no vuelva más a Itaca.
A Luis Miguel se la da muy bien lo de utilizar popurries. El primero de la noche es con los boleros de su Segundo romance (Como yo te amé, Solamente una vez, Somos novios, Nosotros) y ese le abre la puerta al de los tangos, con versiones muy melódicas de canciones gardelianas como Por una cabeza, Volver y El día que me quieras. No faltará mucho para dos homenajes esperados. El primero para su amado Michael Jackson, que aparece en las pantallas con una versión a dúo de Smile, la canción compuesta por Charlie Chaplin para su legendario film Tiempos modernos..
Y el siguiente para otro ídolo de Luis Miguel, nada menos que Frank Sinatra.
Pero todavía hay más tela para cortar en este cierre de gira. Y llega entonces el Mariachi Vargas de Tecalitlán, una orquesta de música folclórica mexicana creada en 1897, que le va a poner raíz y encanto azteca a una noche perfecta. La media vuelta y La Bikina atronan la noche de Palermo. Llega el final con el último medley: Ahora te puedes marchar, La chica del bikini azul, Isabel y Cuando calienta el sol. Y no habrá bises ni palabras elogiosas para su público. No hacen falta. La banda y su frontman saludan y abandonan el escenario.
Fuegos artificiales con los colores de la bandera mexicana nos invitan a retirarnos. Luis Miguel, el último de los románticos.
Fuente: Clarín